El título es sugerente: Cabeza o corazón. Su director, Leo Matsuda, confía en que muchos se sentirán identificados con la historia del protagonista y la lucha que se libra en su interior entre su costado pragmático y lógico, y su espíritu libre y aventurero.
La marcada tendencia separatista que establecemos entre mente y corazón es en sí mismo un desequilibrio, por lo que de una u otra forma atrae más desequilibrio, siguiendo la premisa de una de las leyes universales, que dicta que lo similar atrae lo similar.
Sin la intención de generalizar, nunca vamos a estar en el equilibrio perfecto, porque ese equilibrio no existe. Lo que sí es perfecto, es la tendencia al equilibrio.
La mente no experimenta. La mente piensa. No vivimos la alegría o la tristeza desde la mente. Desde ahí la pensamos. No vivimos la respiración ni nos emocionamos desde la mente, desde la mente pensamos en ello. Atamos cabos, relacionamos, asociamos, vinculamos. La mente va del pasado al futuro. Del apego al rechazo.
Busca beneficio, que no siempre está vinculado a un bienestar.
A veces consiste en someternos a mandatos, "al deber ser", respondiendo a creencias que aprendimos, pero no elegimos, órdenes impuestas desde "el afuera".
Desoímos las emociones porque necesitamos responder al condicionamiento social, a las expectativas del mundo.
Por otro lado, él dejarse regir solamente por la emoción, nos lleva a que la alegría nos pone en éxtasis y la tristeza nos hace caer a pique. El miedo nos somete, la ira...ay la ira.
Tomamos decisiones apresuradas e impulsivas, sin prever, sin considerar las consecuencias, sin darle a la emoción un lógico marco de acción. Emoción que es muchas veces (sino siempre), pasajera.
* Anna Fedullo
"El todo es más que la suma de sus partes" (Psicología de la Gestalt)