Qué es un "Introyecto"
- Treya
- 1 sept 2018
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 20 ene 2023
"La introyección es un mecanismo neurótico mediante el cual incorporamos dentro de nosotros mismos, patrones, actitudes, modos de actuar y pensar que no son verdaderamente nuestros." (Fritz Perls).

Introyecto, según la Gestalt, es un mecanismo por el cuál las personas desde que nacemos, aprendemos, integramos y hacemos nuestras, determinadas ideas, normas y conceptos, sobre lo que está bien y lo que está mal, así como las actitudes y/o comportamientos de otros.Un conjunto de creencias y modelos “impuestos” desde el exterior (no escogidos voluntariamente).
Los introyectos se aprenden de personas significativas de nuestra vida en edad temprana (padres, profesores, abuelos, etc.), dependiendo asimismo de la sociedad donde nos desarrollamos.
El niño, incapaz de poder juzgar si esa información es buena o mala, o si corresponde con lo que él siente o no, o con sus valores, con su personalidad etc., lo incorpora en su estructura y crea un sistema de valores y creencias.
Nos identificamos tanto con ellas, que frecuentemente es difícil que de adultos seamos capaces de percibir o cuestionarnos que esa idea o actitud, realmente no sea propia, sino de aquél que nos la transmitió en el pasado, creyendo firmemente que es así como es y debe ser.
Con frecuencia los introyectos son inconscientes, se aprendieron de alguien emocionalmente significativo, y eso es suficiente para tomarlos como válidos.
Los introyectos no sólo se transmiten con palabras, sino que también se aprenden a través de actitudes. No hay que olvidar que todas estas ideas, aunque son transmitidas con la mejor de las intenciones, nacen de una experiencia vital subjetiva, por ejemplo:
-Si una persona ha sido infeliz toda la vida en su trabajo, transmitirá a sus hijos que el trabajo es sufrimiento.
-Si otra ha vivido con las emociones reprimidas, educará en el intelecto, considerando que expresar emociones no sirve para nada o que es socialmente incorrecto.
-Otra que base sus relaciones en la desconfianza o que haya sufrido “decepciones” por parte de los demás, transmitirá a sus hijos que “no te puedes fiar de nadie “
También puede ser que se transmita lo contrario de lo vivido, y es frecuente que algunos introyectos se vayan pasando durante varias generaciones.
Aprendemos a vivir a través de estas ideas, sin darnos apenas cuenta de que esa información pudiera estar generándonos conflicto. No todas las creencias aprendidas nos perjudican, sin embargo, las que sí lo hacen, pueden llegar a limitarnos seriamente como personas, mermando la capacidad de escoger por nosotros mismos, definiendo nuestras relaciones, nuestra vida laboral, etc… en definitiva, obstaculizando nuestra realización personal y tapando nuestros verdaderos deseos y necesidades.
Valorar las creencias e introyectos que no nos benefician, trabajar el deshacerse de las influencias del pasado que nos limitan o dañan, y generar nuevas creencias, pensamientos o actitudes más acordes con nuestras necesidades actuales, es un trabajo que nos aportará paz con nosotros mismos.
Pero, por norma general, las personas creemos, que si pensamos o actuamos de manera diferente, estaremos traicionando a aquéllos que nos transmitieron tales creencias, y tendemos a dudar de las propias.
Algunos ejemplos de introyectos son:
“Siempre debes ser amable con los demás”
“Siempre hay que ser fuerte, los demás no pueden ver tu debilidad”
“No llores, sé un hombre”
“Se necesita tener pareja para ser feliz. Hay que casarse y tener hijos.”
“Si no estudias, no tienes futuro”
“Tienes que perdonar siempre”
“Con ese carácter, nadie te querrá”
“Expresar los sentimientos es inadecuado”
“Debo ser” (el más bueno en algo, el más simpático, el mejor, amable, trabajador, servicial, estudioso, importante, culto, reconocido, triunfador, obedecido, rebelde, espabilado, admirado, amado a cualquier precio, controlador, dependiente, individualista, social, antisocial o cualquier otra cosa que se nos ha inculcado y no corresponde a nuestra verdadera personalidad o necesidades reales.
Cuando se es niño, los responsables son los adultos al imponerles las creencias como verdades absolutas, y no dándoles la oportunidad de aprender desde su propia experiencia, si algo es bueno o malo para ellos.
Pero como adultos, los responsables de cuestionar la realidad, cualquier realidad, es nuestra.
Ya no podemos seguir diciendo: “creo en eso porque así me lo dijeron desde que era niño”. Ésa es una actitud muy cómoda y poco responsable.
Aprendamos a poner las ideas, actitudes y valores a prueba, desde nosotros mismos, aprendamos a dudar, a cuestionar, atrevámonos a comprobarlos desde nosotros, por muy reales que nos parezcan. Y no olvidemos que, una creencia que es válida en un momento y lugar determinados, puede no serlo en el presente.
Tengamos asimismo en cuenta que lo que a nosotros nos sirve, no tiene por qué ser válido en otros ni para otros.
Mantengamos abierta la mente al cambio y respetemos las creencias y valores de los demás, aunque no coincidan con los nuestros.
Necesitamos enseñar a los niños y a los jóvenes, que no porque tengamos más años y experiencia, podemos asegurarles que lo que les decimos es absolutamente verdad, ni que es la única realidad.
Que aprendan a reflexionar y experimentar por sí mismos, desde su propia experiencia lo que a ellos les funciona.
Hacerlos conscientes de que observen las creencias que les transmitimos, que puedan analizarlas, cuestionarlas, reflexionarlas y ponerlas a prueba, y comprobar si son realmente buenas o malas para ellos.

Pero antes, aprendamos a cuestionarnos como adultos nuestras propias creencias.
Aprendamos a no venderles a los demás la idea de que lo que es bueno para mí, tiene que ser bueno y verdad para todo el mundo.
Existen tantas realidades como seres humanos. Cada uno tenemos nuestra peculiar manera de ver y de percibir la realidad y la nuestra, es la que más cuenta para nosotros, pero no necesariamente para los demás.
Respetemos y defendamos nuestros puntos de vista como válidos, pero sin considerarlas verdades absolutas y aceptemos el derecho de los otros a tener su propia manera de ver la realidad.
Consideremos que podemos cambiar nuestra forma de pensar, nuestras ideas, nuestras creencias y nuestros pensamientos, tantas veces como lo consideremos necesario, dependiendo de cada circunstancia en particular, pues no hay nada que sea para siempre ni que sea absolutamente verdad en todos los contextos. Y que al hacerlo, no estamos traicionando a nadie, más bien dejamos de traicionarnos a nosotros mismos.
Siempre somos dueños de tan sólo una pequeña parte de la realidad, la que nos corresponde a nosotros, pero, debido a que la realidad es muy compleja y diversa, nunca la vemos de manera completa.
Superar un introyecto
Para poder superar un introyecto, en primer lugar, debemos ser conscientes del mismo.
Para ello podemos crear una lista con todas las ideas importantes que nos inculcaron.
Una vez identificadas, descubrir de donde nos vienen, de quien lo aprendimos, a quien pertenece esa idea, pensamiento, creencia o actitud, y esto nos permitirá devolverla a su dueño, para así diferenciarnos de ellas.
Plantéate de qué manera esa idea ha influido en tu vida, en tus decisiones, etc.
Finalmente, pregúntate qué opinas tú, a día de hoy, de ese valor o idea, y si en la actualidad pensar así o vivir a través de esa creencia te ayuda o te bloquea para conseguir determinados objetivos o sentirte en paz.
Si consideras que no quieres mantener ese introyecto, hay que trabajarlo para que ya no forme parte de tu registro, y así conseguir que no sea más una limitación o un generador de pensamientos o emociones negativas.
Poder llegar a reconocer que, hasta una etapa o momento de nuestras vidas, un introyecto quizás nos funcionó, pero que en la actualidad ya no nos sirve, va a ser el primer paso para la superación de este.
Cuento-ejemplo de un introyecto: "La pata de jamón" De Thomas Harris
Incluido por Jorge Bucay en "Cartas para Clara"
Mariana, decide preparar para Juan y para ella, un buen jamón al horno para comer.
Recuerda que a su madre le sale buenísimo, y lo cocina de igual forma.
Cuando Mariana saca el jamón del horno, Juan que está a su lado, le pregunta sorprendido:
- ¿Mariana, por qué no tiene punta este jamón?. ¡Es la parte que más me gusta!
Mariana piensa un momento y le responde:
- Bueno, mi madre siempre lo cocinó así, sin punta.
- ¡Qué extraño!", responde Juan, es una parte muy tierna y precisamente la que más me gusta y no entiendo por qué desperdiciarla.
Mariana piensa que Juan tiene razón, ella nunca se lo había cuestionado. Llama a su madre y le pregunta el porqué de tener que cortarle la punta la jamón.
La madre se queda pensando y le responde:
- Tu abuela siempre cocinó el jamón así, siempre le cortó la punta, y la verdad, no se porqué. Mejor pregúntale a la abuela.
Sin perder tiempo y queriendo descubrir el misterio de la punta del jamón, Mariana llama a su abuela y le pregunta:
- Abuela, por qué siempre le cortabas la punta al jamón para cocinarlo?
La abuela, extrañada por la pregunta le responde:
- Hija, pues es que mi horno de leña era muy pequeño, y el jamón no me cabía entero.
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