La manera de desear menos es amar más. (David Barba)
A menudo el Eneagrama ha sido descrito como una tipología de la personalidad, o un mapa del carácter, pero es mucho más que eso. El Eneagrama es una puerta hacia la conciencia profunda, una guía hacia la fuente interior en la que colmar nuestra herida fundamental: la sed de ser, que se manifiesta como una sensación de vivir a medias o de estar incompletos.
Dicha sensación es el origen de muchos de nuestros problemas, puesto que al vivir a medias nos perdemos en automatismos y en sucedáneos con los que tratamos de llenar nuestro vacío. Así es como se desarrolla un ego que nos encarcela.
El conocimiento del Eneagrama es una manera efectiva de desmontar la cárcel del ego y comprender que sus barrotes no son más que una ficción de la mente.
Cómo nos ayuda el Eneagrama a “transformar la conciencia”?
Te cuento una conocida historia de Nasrudín, el sabio loco del Islam:
Una noche, el mulá busca y busca a la luz de un farol. Sus amigos se acercan y le preguntan: —Mulá, ¿qué estás buscando? —La llave de mi casa. Después de horas de infructuosa búsqueda, uno de ellos le dice: —¿Pero seguro que la has perdido aquí? A lo que Nasrudín responde:
—No, la he perdido dentro de mi casa,¡pero es que aquí hay más luz!
Nos pasamos la vida buscando amor, “chupando más y más de la teta del mundo”, como si la acumulación de riquezas materiales, éxitos, admiración, fama, etc, pudiera acabar algún día con la insatisfacción que nos destruye.
Según David Barba, autor de “El Eneagrama del mulá Nasrudin, al hallarnos siempre en alto grado de expectativa de amor, nos distraemos de vivir la vida como realmente viene. Pero estar siempre centrados en la búsqueda, en consumir y pedir, es como buscar la llave perdida donde nos resulta más cómodo, aunque sepamos que no fue allí donde se perdió. Una pérdida de tiempo que sólo conseguirá acumular más frustraciones.
Por ello, se hace necesario recontextualizar nuestra sed de amor, y esto nos exige un esfuerzo de conciencia para empezar a vivir en el dar, en vez de seguir en la frustrante sed del esperar a recibir.
El Eneagrama nos ayuda a autorregularnos. Estar autorregulados equivale a estar mentalmente sanos. Y estar mentalmente sanos equivale a ser felices.
A partir de esta historia de Nasrudín, Claudio Naranjo habla de una “teoría Nasrudín de la neurosis”.
Según su explicación, no estamos buscando la llave del ser donde la perdimos, sino donde hay más luz, lo que equivale a decir que no buscamos el ser donde lo perdimos, sino donde suponemos ciegamente que se encuentra, o donde nos movemos con mayor comodidad.
Nasrudín nos enseña la clave de ese meollo: que buscamos la llave en el lugar equivocado porque, en realidad, está en la casa, es decir, en el fondo oscuro de la conciencia.
Si nos atrevemos a buscar ahí, a evitar los espejismos destellantes, y logramos permanecer allí donde sufrimos la ausencia del ser, finalmente, llegaremos a ser más lo que realmente somos, dejando atrás cualquier simulacro o sucedáneo.
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Hay que tener en cuenta también que en todo proceso de búsqueda, a menudo las cosas empeoran antes de mejorar. Esto también implica, aceptar que en la búsqueda de nuestro ser nos hemos perdido por el camino, que no habitamos en nosotros mismos, que no vivimos una vida plena y que esto es un mal común a toda la humanidad, hasta el punto de que, como veremos, incluso los problemas mundiales que nos están llevando al borde de la autodestrucción tienen una raíz común en este oscurecimiento existencial que padece cada individuo.
Ante tales hechos, no es raro que los seres humanos nos sintamos a menudo extranjeros de nosotros mismos, tal como sugieren los existencialistas. Si uno tiene la suficiente madurez como para abrir los ojos a su sufrimiento existencial, descubrirá que la neurosis nos hace vivir en un estado de enajenación personal y social en el que no somos demasiado conscientes de nuestros estados internos —tal como le ocurre a Nasrudín en el cuento anterior— ni estamos demasiado despiertos ante los modos en que interactuamos con las personas que tenemos cerca.
La realidad es que nos desconocemos casi por completo de nosotros mismos. Y tomar conciencia de ello, duele.
¿Qué es el Eneagrama?
El Eneagrama es al menos tres cosas: Símbolo, mapa y experiencia.
-Un símbolo o diagrama regido por leyes relacionadas con la llamada “geometría sagrada”, que el místico George Gurdjieff dio a conocer en los años 20 del siglo pasado, pero del cual nunca explicó una función concreta, sino que dijo que “servía para todo” y que representaba cualquier proceso de flujo.
-Un mapa de la conciencia, y eso incluye lo que hoy se conoce como “el Eneagrama de la personalidad”, que describe el ego, los automatismos de los que somos víctimas; pero que también se complementa con un “Eneagrama de las virtudes”, entre otros varios mapas, que abarcan todos los fenómenos del proceso psicoespiritual de transformación humana, en una teoría muy completa sobre lo que somos, cómo somos, qué no somos, y cómo transformarnos para descubrir y llegar a ser lo que realmente somos. -Un trabajo experiencial, fenomenológico (Gurdjieff lo llamaba “El Trabajo”), sobre la conciencia, sin el cual el Eneagrama no es más que una teoría resultona, pero hueca. En Claudio Naranjo convergen por primera vez esas tres cosas: el símbolo, la teoría y el trabajo, convirtiéndose así en la persona que ha conseguido comprender, integrar y transmitir esta extraña y magnífica herramienta de conciencia.
(Obra de Igor Morski)
¿Cómo nos ayuda a conocernos mejor?
La Terapia Gestalt sostiene, mediante el concepto de la autorregulación organísmica, que el cuerpo sabe exactamente qué necesita para estar bien y autorregulado, siempre y cuando aprendamos a no interferirlo con nuestras ideas sobre cómo deberían ser las cosas.
Del mismo modo, la conciencia, la espiritualidad, no se alcanza añadiendo apéndices a lo que somos, sino desnudando la esencia del ser de sus múltiples disfraces. La espiritualidad no necesita de adornos.
En el estudio y la experiencia del Eneagrama, si se transmite con honestidad, sin palabras bonitas, sin edulcorantes ni fórmulas mágicas para hacerte creer que controlarás tu destino, llegará a ocurrir que te sentirás fuertemente interpelado, tal vez incluso te sentirás desnudo, como le sucedió al famoso emperador del cuento de Andersen, que creía que vestía un maravilloso ropaje hasta que un niño —metáfora de la conciencia— le reveló la verdad: Para el viaje al ser no sirven las plumas.
Como el mulá Nasrudín nos enseña, es con sencillez como se llega a Dios, es decir, al pozo oscuro de la conciencia, al fondo del ser.
El Eneagrama es un espejo donde reconocer la propia deformidad y el propio vacío. Si uno se mira con honestidad, comprenderá que una parte de sí mismo se ha robotizado, que ha perdido su espontaneidad, que ha dormido a su niño interior…
En ese proceso ayuda la autocrítica, las críticas que nos hacen los demás, el identificar aquellas cosas que nos avergüenzan de nosotros mismos, que nos parecen “pecados” inconfesables… Ayuda recabar cada vez más información sobre nuestros automatismos.
Con el Eneagrama es fácil profundizar en una búsqueda más sincera de todo lo que esconde la coraza del ego. Así dará comienzo nuestro proceso de autorregulación, que equivale a recuperar nuestra capacidad para amar genuinamente.
Este autoconocimiento implica “aceptar el ego”.
¿Qué hay que aceptar y para qué?
Josep Campbell describió el Viaje del Héroe como el gran mito que explica el sentido de la vida: uno viene al mundo, comienza a sentir el dolor del desamor, se neurotiza… y llega un momento en que deja atrás su casa, su tierra, su país… y se va en busca de algo que no sabe lo que es, pero que sospecha le servirá para llenar su agujero existencial, ese vacío ontológico que todos sentimos en el centro de nuestro ser, quizás a la altura del plexo solar, o debajo del ombligo…
Así que el pequeño héroe se pone en camino, atraviesa pruebas, fracasa una y otra vez, va acumulando derrotas… y al final se encuentra con el dragón, el inmenso dragón que representa a su ego. Y lo mata. Y así libera a la princesa, metáfora de la propia alma.
Después, cuando ya se siente victorioso, se da cuenta de que aún le queda el viaje de regreso, que el camino hacia esa victoria ha sido bastante estúpido, lleno de arrogancia, pretenciosidad…
A Ulises le ocurre esto al final de la Ilíada, cuando se vuelve victorioso a Ítaca: el pobre diablo, lleno de orgullo, ignora que aún le esperan diez años de desdichas, y que luego tendrá que llegar a su palacio y aún deberá matar a los pretendientes de Penélope…
En fin, que el pequeño héroe descubre que la princesa no era lo que pensaba que era, sino una caprichosa, inconsistente y puñetera saca de neurosis a la que hay que estructurar, conducir, educar, sanar.
Y el dragón… resulta que no era tan monstruoso, tan amenazante, y resulta que ni siquiera murió, sino que ahora, en el viaje de vuelta, uno lo ve como un pobre bicho jadeante, y se hace amigo de él.
Es lo que le ocurre a Frodo cuando se alía con Gollum en El señor de los anillos. Y, así, el héroe, la princesa y el dragón vuelven juntos a casa, y al llegar descubren que el tesoro que buscaban, por el que tanto penaron, estaba enterrado justo bajo la alfombra del salón.
¿Cuál es el objetivo de trabajar con el Eneagrama?
Básicamente, sanar aquello que realmente está más en crisis en el mundo: el amor.
Muchos seres humanos tenemos nuestro animal interior (o nuestro niño interior) completamente pisoteado, enjaulado. Pero es que, además, somos emocionalmente muy idiotas. Y nuestras peores frustraciones son las amorosas.
Si uno ahonda en sus heridas de la infancia, se dará cuenta de que no tuvo el amor que necesitaba para desarrollar su amor propio, su conciencia de Ser. Sin embargo, hoy no es el recuerdo de ese dolor el que nos hace sufrir, sino la sed de amor con que hemos reaccionado a esa falta.
Los seres humanos somos muy orales: tenemos mucha hambre de amor, y generalmente nos dejamos llevar por la idea de que deseando, chupando más de la teta del mundo, obteniendo más beneficios, más admiración, más éxito, seremos más felices.
Es una idea loca, pero contribuye a explicar con bastante claridad por qué estamos acabando con el planeta: podríamos equipararnos a una gigantesca plaga de orugas que, en vez de entregarse a la labor de envolverse en su capullo para morir al ego y transformarse en seres más evolucionados, no hace más que comer y comer, devorándolo todo.
Así, sufrimos porque somos prisioneros de la fantasía de que, como adultos, en algún momento vamos a recuperar el amor que nos faltó cuando éramos niños. Al hallarnos siempre en tal grado de expectativa de amor, nos distraemos de vivir la vida como realmente viene.
La función máxima de la vida consiste en expresar el amor que tenemos para ofrecer, ya sea en el plano devocional, el intelectual o artístico, el servicio al prójimo o la pareja o los hijos.
Pero estar constantemente centrados en la búsqueda del amor, en pedir, nos distrae de lo que realmente venimos a hacer al mundo: dar.
Estar autorregulados equivale a estar mentalmente sanos. Estar mentalmente sanos equivale a ser felices. Pero nuestro raquitismo amoroso mina todo el proceso. Y es muy difícil, casi imposible, engordar a un adulto raquítico. Por ello, se hace necesario recontextualizar nuestra sed de amor, y esto nos exige un esfuerzo de conciencia para empezar a vivir en el dar en vez de seguir en la frustrante sed del esperar a recibir. Y la manera de desear menos es amar más.
Si en vez de creer que la sed de amor nos va a llevar al paraíso, dejamos que nos tome cierto grado de desilusión ante nuestras expectativas amorosas, quizás podamos dar el siguiente paso: empezar a dar. Pero, para la mayoría, como en este chiste contado por Idries Shah, las expectativas son demasiado grandes.
El Eneagrama es un mapa para encontrar el camino de vuelta de toda esta locura existencial de desamor: un mapa del tesoro. En este caso, el tesoro no está hecho de monedas de oro, sino de alquimia interior para la transformación psicoespiritual, que es exactamente lo que necesitamos para experimentar un sentido existencial de la vida: lo que en muchas tradiciones espirituales se ha llamado, simplemente, Ser.
Fuente: David Barba (crecejoven.com)