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El cuerpo y la Gestalt. El niño margarita

  • Foto del escritor: Treya
    Treya
  • 12 feb 2018
  • 2 Min. de lectura


El sí mismo corporal. ¿Quién soy yo?

Para explicar el concepto del “sí mismo corporal”, se recurre al símil del “niño margarita”, utilizado en terapia Gestalt.

Este es un niño nació de una semilla de margarita, y se encontró que todos esperaban que naciera una rosa, así que él se hizo una rosa y se olvidó que era una margarita.

Al nacer, cada diminuta partícula de vida sabe exactamente lo que está haciendo, y dirige sus acciones hacia ese plan interno. En este caso, para desarrollar la margarita.

El impulso original del ser humano es la búsqueda de amor, y para esta búsqueda, el niño desarrolla mecanismos, que conforman el carácter de cada uno. Estos mecanismos se guardan en el cuerpo y se construye una plástica.

A medida que la persona crece se desarrolla entre el mundo y el propio ser, una coraza, de forma que le sirve para enfrentarse al mundo.

Para forjar la coraza protectora se utiliza el cuerpo, de manera que a medida que crece, el cuerpo se hace un extraño al propio ser. Convertimos así, el “sí mismo corporal” en una coraza.

Ello se realiza de la siguiente manera: cada uno desarrolla un carácter, para parecerse lo más posible a la rosa que el mundo espera, y esto se hace trabajando duramente en el cuerpo, para evitar que se desarrolle la margarita que tenía el propio ser en su impulso natural, y se intenta que se convierta en la rosa esperada.

De esta forma, el cuerpo se vuelve de plástico; para otros implica desarrollar una capa de grasa; otros endurecen los músculos hasta hacerlos de hierro; otros se ponen tan rígidos que parecen de cristal; otros se quedan blandos, olvidados y laxos; en definitiva, fríos e insensibles, deshabitados, carentes de energía.

De todo ello, el resultado es un puzzle. La persona sigue siendo una margarita, que busca el amor y la relación con desesperación, separándose así de la superficie corporal y estableciendo un puente entre sí mismo y el ideal a alcanzar.

De esta forma, el cuerpo convertido en rosa no se identifica como propio, y las cualidades de margarita quedan profundamente retraídas.

Tomando consciencia, la persona se da cuenta de que todos los mecanismos para convertirse en rosa no sirven de nada, por lo que la persona necesita vivir su vida, tener presencia y conciencia de lo que es, de dónde está, de ser margarita.

Esta conciencia implica ver, oír, sentir, tocar, oler, sentir las caricias, el roce de una gota de agua, etc.

La persona se plantea: qué siente, qué quiere, cuándo piensa y cuándo siente.

Asimismo se pregunta, si es quien realmente quiere ser y vive la vida que desea, o quiere aprender a dejarse ser lo que es, y vivir desde su verdadera margarita.

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